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Alta pastelería y chocolatería. Así reza el apellido de esta boutique pastelera de Madrid, una de las veteranas, con una tradición pastelera centenaria -nació en Huesca en 1890- y con fama más que merecida gracias a un postre: el pastel ruso. Lo bordan. No hay otro igual. Seña de identidad de la casa desde los años 70. Pero no es lo único que sale de su obrador: las castañas del Pirineo son las reinas del otoño; sus turrones y panettones se llevan todos los galones en invierno; los corazones de chocolate, nos roban el propio en San Valentín. Y durante el resto del año, macarons, frutas de Aragón, bizcochos jugosos de almendra o membrillo, hojaldres artesanos de mantequilla caramelizados con lavanda o tomillo... Y mucho chocolate. Su selección de bombones es única, por su combinación de frutas frescas y especias.
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