Cuando L'amor venia amb taxi baja el telón, cuando la compañía ha encontrado una solución a una de las tramas de la obra, cuando la función está en lo más alto, a pesar de llevar casi dos horas y media en el teatro, nos asalta una chispa de tristeza, porque nos habríamos quedado una hora más contemplando un espectáculo redondo, divertido, riguroso, musicalmente delicioso, y con unas interpretaciones de aúpa. Habríamos querido preguntar a la compañía de la parroquia de Nuestra Señora de la Luz qué obra harán el año que viene, si piensan ensayar los martes, como siempre, quién hará de protagonista, si el tramoyista tendrá, finalmente, un papel, qué ha pasado con los que se iban a ir a Sevilla. Como en las mejores obras, estos personajes pasarán a formar parte de nuestras vidas.
La Cubana ha conseguido crear un icono a través de un mecanismo que llevan explotando muchos años, que no es otro que hablar de teatro desde un escenario. Llevan 40 años dedicándose a esto. Y lo llevan a cabo, además, ejecutando un homenaje brillante a toda la gente tocada por el veneno del teatro, todos los aficionados que, semana tras semana, se reúnen para montar una obra que representarán un día. Eso es L'amor venia amb taxi, la inmersión en una compañía amateur que, tras hacer Els pastorets, decide enfrentarse al último éxito de Rafael Anglada, la pieza que da título al montaje.
Tenemos homenajes a Bella Dorita, a Capri, a los Santpere
Seguiremos sus ensayos mes a mes, de enero a septiembre,...